lunes, 10 de mayo de 2010

El duende


Si de algo sirvió la entrada anterior, ha sido para enlazar con ésta y dedicarle un homenaje a nuestro
duende del bosque, el corzo (Capreolus capreolus).

Como buen duende a veces se deja ver pero no escuchar, a veces escuchar pero no ver. A veces simplemente sientes su presencia y sabes que está ahí.




Seguramente sus ojos pasan desapercibidos mientras te observan detrás de la espesura del bosque. Otras veces permanecen inmóviles en el suelo, encamados entre la maleza, con la esperanza de no ser descubiertos.

Si lo son, se lanzan el ágil carrera esperando no ser atrapados.






Gracias infinitas a este animal, que extraño es el día que no nos deleita con su fugaz presencia y nos hace volver un poco más felices a casa sabiendo que aún quedan animales salvajes, autosuficientes, en libertad, sin dominar por el hombre. Éso reconforta el espíritu. Queda poca vida no contaminada por la mano humana en este planeta.

Ellos que pueden, que duren libres entre la naturaleza por siempre.

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