lunes, 5 de marzo de 2012

El vergel de las simas



Así es como llamo yo a este terreno calizo que propicia la formación de simas. No es que haya una, sino que la zona es un queso gruyer de cavidades originadas por la erosión del agua en el terreno y los hundimientos de techo.




Ésta concretamente (pinchar para agrandar) es la única que está habilitada para bajar. Tiene 62 metros de profundidad y es realmente impresionante cuando llegas abajo. Enorme. Aún la veo en proceso de formación ya que en su pared final el agua filtrada sigue precipitándose formando una gran colada de metros de altura.


Colada


No me quiero imaginar cuántos animales caerán en estas profundas simas.




Y hay que tener ojo, pues también puede ser una trampa
 para nosotros si no nos andamos con cuidado.
La naturaleza puede ser muy bella pero traicionera a la vez. 




Después de la visita a la gran sima y posteriores que fuimos encontrando por el indefinido camino -caminante no hay camino, se hace camino al andar- el día nos deparaba una hermosa sorpresa. La visión de un gran zorro.

Anteriormente habíamos descubierto muchos excrementos de ciervo, y el encuentro con ellos no se hizo esperar. Unos enormes y bonitos ejemplares, que nada más percatarse de nuestra presencia corrieron despavoridos así que ante el encuentro casual fue difícil tomar fotografía. Pero el zorro fue harina de otro costal. Le vimos de lejos merodeando entre unos arbustos, le perdimos de vista pero fuimos acercándonos con cuidado al lugar donde le habíamos visto. Volvió a aparecer para ilusión nuestra, ya muy cerca nos agachamos para no ser descubiertos.




Dio unas cuantas vueltas y efectivamente como era de esperar nos localizó, era cuestión de tiempo, no íbamos a ser más astutos nosotros que un zorro, estaba claro. Pensando que correría asustado como los ciervos nos sorprendió muchísimo que comenzase un trotecillo ligero hacia nosotros. No se alejaba sino que ¡venía! Nos descolocó totalmente. No sé qué le hizo cambiar de opinión y hacer un giro en el último segundo. Dio un rodeo entre arbustos y volvió a perderse. En ese mismo instante al seguirle con la mirada nos dimos cuenta de que los ciervos también corrian por la lejanía ¡otra vez! Así que hubo un momento que no sabíamos dónde mirar. ¡Demasiados placeres para la vista! No sé cómo describir la cara de bobos que se nos quedó para todo el día. Ya nada que nos pasase durante las horas siguientes iba a superar aquella situación.



Vulpes Vulpes pensandose qué hacer. Nuestro lustroso amigo.
¡Mira que estaba guapo y bonito!

No hay día en el que uno se arrepienta de salir
a observar la naturaleza, cada día es diferente.

¡Y es que la naturaleza NUNCA defrauda!
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