Este pueblo soriano siempre me ha gustado por la historia que desprende. Hace dieciséis años, cuando lo visité por primera vez haciendo una ruta, tenía once habitantes. No había vuelto desde entonces, ahora rondará los veinte si cabe, en consonancia con el apogeo del turismo rural .
¡Y pensar que antes los reyes luchaban por conquistarlo debido a la ubicación en la que se encuentra!
Tiene vistas a dos barrancos entre los cuales se levanta. Allá en la lejanía, se puede divisar perfectamente la poderosa Fortaleza califal de Gormaz. Así que la situación estratégica es inmejorable.
Con un pasado medieval esplendoroso, a Caracena pertenecían treinta aldeas en el S XII. Sus innumerables restos así lo demuestran. El rollo barroco (1738) de su plaza, señala su carácter de plena jurisdicción, de hecho aún tiene su propia autonomía municipal y propio ayuntamiento.
La muralla que circunda-circundaba, porque sólo quedan restos- el pueblo es del mismo siglo, así como el puente por donde se entraba a todo el recinto.
Tuvo también cárcel y un hospital del que ya sólo queda una pared en pie-que yo viera- con un significativo arco conopial de influencia musulmana pero usado en el gótico tardío.
Una torre de vigilancia que contaba con dos pisos y una estancia en la parte alta, recibía a los habitantes en la entrada del pueblo. En la foto aparece junto con las dos Iglesias románicas originarias de la primera mitad del S XII. Una es la de Santa María; la otra es sin duda, junto con el castillo, la joya de Caracena.
Hablo de la Iglesia de San Pedro, con una galería porticada de siete arcos y una torsión preciosa en unas de sus columnas.
Entretenido es observar las escenas de los capiteles.
El castillo es impresionante, del mismo siglo. Tuvo mucha influencia en la época de los Reyes Católicos, en nombre de los cuales se confisca y demuele.
Sin embargo en 1491 se reedifica especialmente concebido para las armas de fuego como indican sus torres (troneras) con numerosos huecos de vigilancia y disparo .
Hoy está totalmente en ruinas y sólo quedan algunos muros en pie.
Se derrumbará del todo con el paso del tiempo, y alguna vez dejará de dominar las vista del barranco por el que accedimos a él desde Valderromán, sí, el pueblo vecino de "la gran encina", al que dediqué ya una entrada.
Interior del castillo
Lo único feo de la jornada fue la gran cantidad de desperdicios que nos encontramos a la llegada a Caracena por el mencionado barranco, que no es un lugar de paso, pero que escogimos para llegar al pueblo. En fin, alguno hasta hubiera cogido piezas para un museo. Muy triste.
Concluyendo, me encanta pasear por sitios que tienen tanta historia, porque como digo siempre..."¡Si las piedras hablasen!" Yo estaría encantada de escucharlas.
Y ya para acabar nos despide el más simpático habitante del pueblo, este cachorro de husky con el que jugueteamos un rato.