domingo, 30 de enero de 2011

Fin de semana pasado por nieve

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La nieve ha sido la protagonista de la salida de hoy. Hemos visto a los buitres aguantar estoicamente la  nevada desde el filo de las peñas sin apenas importarles.

El barranco ha quedado precioso después de nevar copiosamente ya que el color blanco ha resaltado sus relieves.





Después el tiempo nos ha dado un respiro para todo el día. No ha habido observaciones, ya que en algunos momentos nos despistamos y estuvimos más preocupados por encontrarnos nosotros mismos que por ver nada. Sí hubo multitud de huellas y olores.




Así que más que nada la sorpresa de hoy aparte de la nevada ha sido esta antigua noria encontrada entre la vegetación. ¿Cuántos años hará que no se pone en marcha su mecanismo?







Mañana dan previsión de nieve en Madrid, a ver qué pasa, aunque no creo que acabe más empapada ni congelada que hoy.
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PD. Señalo que hay una entrada anterior a ésta. La "entrada fantasma" la llamo yo, porque no salió publicada en ninguna parte. Por si alguien me puede indicar algo sobre las cabras montesas. ¡Gracias!
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miércoles, 26 de enero de 2011

¡ Vida !

Hace dos fines de semana volví a aquel lugar tan vivo del que hablaba en esta entrada -pinchar aquí-.La verdad que se ha convertido junto con aquella cascada de agua transparente y de difícil acceso, donde solemos bañarnos en verano tan lejos de las garras de la civilización, en otro de mis rincones preferidos. Sobre todo el mirador desde donde observé aquel majestuoso ciervo. ¡Qué vistas más espectaculares!

Quizá no sea el lugar más adecuado para esperar ver nada, porque los que somos bien vistos somos nosotros al estar en un saliente bastante alto, pero se aprecia perfectamente que es un lugar de paso de fauna. Aquel ciervo nos lo descubrió. Los jabalíes que sorprendimos en la salida anterior también. Así que nos sentamos allí a esperar y observar a la vez que los buitres volaban sobre las paredes calizas y el rio.




Creí oir el graznido de grullas y me separé de mis compañeros a otear un poco el horizonte. No sé si aún era muy tarde para que migraran, hablo de hace dos semanas, pero juraría que las oí aunque no las localicé.

Ahí quieta entre la vegetación observando me sobrevoló un buitre justo por encima, se asustó al descubrirme, pues percibí una aceleración en el sonido de su aleteo y su nerviosismo, tanto como el mio ya que me entró un temor absurdo de que se sintiera molesto y  decidiera "amagarme". Así que me arrepiento mil veces de que el miedo -se leen tantas tonterías- no me dejara disfrutar ese sobrevuelo tan cercano a mi cabeza como se merecía con un ave de tal envergadura. El pobre se vio totalmente sorprendido por la disgregada aunque estoy segura de que a mis otros dos compañeros sí les controlaba. 

Por lo demás permanecimos en silencio todo el tiempo ya casi sin movernos para intentar molestar lo menos posible, pues se encuentran en el comienzo del periodo reproductivo.  Yo presencié fisicamente una cópula (cuando me separé de mis compañeros, seguramente tenía mejor ángulo de visión sobre la pared caliza) y oí otras dos. Mi compañero que es el que se encarga de las fotografías no vio la primera tampoco, así que sólo escuchó las tres que se produjeron mientras esperábamos ver "algo" por el lugar de paso.  Por lo cual siento decir que no hay fotografía.

Ese "algo" esperado llegó. También me sorprendió separada de ellos, como la visión aquella del ciervo. ¡Va a ser que hay que separarse para tener suerte! Lo que creíamos un grupo de corzos, digo creíamos porque luego resultó que no. Bajaron a la carrera por la senda de paso, mientras otro apareció de entre la vegetación sin seguirlos, viéndolos pasar. Nos resultó raro que no se uniera al grupo, y comentamos en broma "será de otra familia". Y tanto que era de otra familia, pues no eran corzos si no ¡cabras montesas!, lo que descubrimos al ampliar la foto en casa.


 Macho de cabra montesa-Capra pyrenaica-


Mientras que el "observador" sí que era un corzo.
Un cruce de caminos se produjo ahí.



Corcito macho -Capreolus capreolus- observando a las cabras
y creo que de paso al fotógrafo.
Si se amplia la fotografía nótese la borra que recubre sus cuernos.


Por lo demás no hubo visión de jabalíes, pero los oimos/olimos próximos a sus revolcaderos de barro. Esta vez anduvieron más listos y no se dejaron sorprender.

Me queda la curiosidad sobre las cabras montesas, que supongo serán de la especie Capra pyrenaica victoriaeNo encuentro en ninguna parte que tengan un núcleo de población en el Alto Tajo, sí en la Serranía de Cuenca ¿quizá procedan de allí?
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jueves, 13 de enero de 2011

Trepador Azul

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Estos días navideños no he pisado el monte, así que echando mano de fotos antiguas he encontrado éstas del Trepador Azul. No son muy buenas pero tengo muy buen recuerdo de aquel momento y lugar.





El lugar hace frontera entre Guadalajara y Teruel, porque "Teruel también existe", como bien dice el dicho, aunque sea una de las provincias más despobladas de España, si no la que más. Lo cual hace que sea una de las más oscuras, sobre todo en su entorno rural. Lo comprobé hace poco en un mapa lumínico de España que alguien colgó por la red. Así que lo que recuerdo especialmente de aquellas noches de acampada en las que nos desplazábamos hasta allí unos días para practicar espeleo, es el cielo más impresionante que he visto en mi vida. Nuestro amigo Frikosal hubiera dado buena cuenta de él. Jamás pensé que pudiera haber tantas estrellas en el firmamento. Una Vía Láctea perfecta y tantísimos puntos de luz que abrumaban, saturaban la vista. Sé que no estoy exagerando, la pena es que no pueda demostrarlo aquí, pero queda en mi memoria por siempre en la lista de esas cosas hermosas de la vida.

Aquellas noches eran duras, pues caían buenas heladas nocturnas aún siendo principios del mes de mayo. Prenda que se quedaba fuera de la tienda o ésta misma, amanecía con un manto de escarcha blanco. El caso es que lo soportábamos con muchas ganas, porque compensaba con creces estar tres o cuatro días alejados del mundanal ruido, de la civilización. Del despertar en cuanto salía el sol y los pájaros comenzaban a trinar también tengo muy buen recuerdo, lo mismo eran las siete de la mañana, pero ¿qué hacías ya ahí metido con todo lo que había fuera por ver y disfrutar? ¡Qué buena sensación abrir la cremallera de la tienda y no ver más que montaña, cielo, árboles y algún buitre sobrevolando! Todo ahí para tí sin alma que molestara. Siempre tenía la impresión de que podría quedarme allí meses si hubiera tenido suficiente comida y agua.

El día nos compensaba con horas de sol que incluso nos permitían bañarnos en alguna de las pozas que formaba el rio, aunque para mí que toda la escarcha de la noche había ido allí a parar porque el agua estaba congelada. Mojados, sucios, con manchas en la ropa...¡Qué más daba! ¡Qué cosas más supérfluas son esas allí! Me sentía plenamente libre.

Con los años prohibieron acampar libremente, y mucho más hacer fuego, que reconozco que lo hacíamos, eso sí, de forma muy controlada, con mucho cuidado y en zona húmeda. Aunque no sé si eso sólo bastaría o era una inconsciencia. Ahora casi que lo veo una locura y no se me ocurriría. Una se va autoeducando poco a poco.

Tras esta prohibición, las posteriores visitas a la zona nos recluimos -a mi pesar- en un camping cercano. El cielo sigue siendo allí muy bonito, pero la abundante arboleda apenas deja verlo desde la tienda. Las farolas producen contaminación lumínica, así como el pueblo próximo.

Mas de todo se saca partido. Recuerdo una noche en que el canto de cárabos era tan intenso y cercano, que lo que al principio considerabas un lujo acabó convirtiéndose en insomnio para todo el camping. Por allí de casi todas las tiendas "encendidas" comenzaba a deambular gente hacia el baño, en pijama, sin poder pegar ojo, pero me atrevo a decir que con gusto de nuevo. Tampoco nos importó que un astuto zorro nos robase comida durante la noche. Increíble la confianza que se tomó, casi se nos mete dentro de la tienda.

Y en este bonito entorno, allí sentada desayunando lo que el zorro me quiso dejar, poniendo mi pensamiento en la caminata a hacer aquel día, absorbiendo mi piel los primeros rayos de sol, con la mirada ausente, me visitó este mozalbete, que me centró la mirada completamente.




Tronco para arriba, ¿tronco para abajo?, en el mismo árbol donde yo tenía mi cuerda de tender atada. ¡Qué osado!  Por aquel entonces no sabía yo mucho de pájaros, vale, ahora tampoco. Acabé descubriendo que se trataba del bonito Trepador Azul.

Y así es como este pajarillo revolotea en la misma zona de mi mente en la cual tengo algunos de los recuerdos más bonitos y plenos de mi juventud. Sobre todo aquella sensación de libertad, de ser feliz con tan poco (¡o con tanto!) y de aquellos cielos inigualables reflejados en mi retina hasta la fecha.


NOMBRE: TREPADOR AZUL.
NOMBRE CIENTÍFICO: SITTA EUROPAEA.
ORDEN: PASSERIFORMES.
FAMILIA: SITTIDAE.
GÉNERO: SITTA.
ALIMENTACIÓN: Insectos, semillas, frutos.
LUGAR DE OBSERVACIÓN: Provincia de Guadalajara / Provincia de Teruel.


sábado, 8 de enero de 2011

Fantasía

Hoy he recibido una invitación, no viene firmada, dice tal que así:

"Estimada señorita, tengo el gusto de invitarle a cenar, pues quisiera hablarle de muchas cosas que debería usted saber. Diríjase al Paseo del Bosque, esquina Sendero de la Evolución s/n a las 8.00 pm."




Decido aceptar y allí me presento a la hora indicada tras un paseo por un bosque de lo más frondoso. Llego a una puerta justo esquina con el sendero establecido. Encuentro una cabaña de madera muy camuflada en el entorno. Me coloco un poco el pelo y llamo a la puerta dispuesta a deslumbrar con la mirada a mi seguro apuesto admirador.



 
En lugar de lo que esperaba encontrar me recibe un ¿¿chimpancé?? y me indica que pase. Momento en el cual es el lugar el que me deslumbra a mí, pues entro en una estancia donde las lámparas no existen, toda luz proviene de miles de luciérnagas que juntando su abdomen forman puntos situados estratégicamente y se extienden por el techo simulando un manto de estrellas. A la magia del ambiente se le unen diez aves de colores tropicales que con sus alas extendidas forman parte de la decoración del lugar. Cada cierto tiempo abandonan su sitio y prestas vienen otras de diferentes colores igual o más bellas a sustituirlas, de forma que la estancia va cambiando de decoración y color contínuamente.




Del centro del techo se deja caer en forma acrobática un precioso pájaro color rojo ardiente, no puedo apartar mis ojos de él hasta que mi anfitrión hace acto de presencia. Un personaje de barba blanca rodeado de animales por todas partes me saluda sin que yo pueda articular palabra ante tal visión.






- ¿Es usted...Charles Darwin?
- ¡El mismo! Pero siéntate y disfruta de la cena.

Raudos halcones dejan caer hábilmente en pleno vuelo un mantel sobre la mesa, el cual  queda perfectamente colocado. Bonito estampado con flores ¡reales! de tonos del arco iris que parecen danzar. Pequeñas mariposas me traen por los aires una servilleta que dejan caer en mi regazo mientras se quedan revoloteando por la habitación.

De pronto platos, vasos y cubiertos se desplazan a ras del suelo sobre un desfile de hormigas que se encargan de colocarlos sobre la mesa. Mi amigo chimpancé que en principio me dio la bienvenida me coloca delante una sopera en cuyo interior unos peces de color metalizado precioso dan vueltas alegremente en un líquido azul turquesa.

-Sírvete, pero ten cuidado, no cojas ningún pez - dice Charles.
-No se preocupe - dije procurando no colocar el plato sobre ninguna flor.

Comienzo a cenar sin dejar de mirarle a los ojos. No puedo creer lo que me está pasando. ¡Yo cenando con Charles Darwin!

- Te he hecho llamar porque me gustaría hablarte de un tema: el origen de las especies.
- Igonoro a qué se debe este honor señor Darwin.

Como no puedo tragar bocado de la emoción, me invita a concluir la cena y salir al jardín, en el cual me hace un obsequio mientras comenzamos a pasear. Unos preciosos escarabajos brillantes se agarran a mis orejas cual pendientes, tal que maravillosas piedras preciosas que ya les gustaría lucir a muchas mujeres ricas. Una pequeña serpiente de un verde intenso se me enrosca de forma delicada alrededor de la muñeca.




- Creo que nunca tuve pulsera tan bonita señor Darwin. Ni pendientes tan deslumbrantes.
- Me alegro de que te gusten.



Charles comienza a hablarme de su teoría mientras pequeños monitos se dejan caer de los árboles obsquiándonos con jugosa fruta que mordisqueamos alegremente a la vez que charlamos. Todo es tan bonito que me encuentro feliz. Bajo una gran sequoia me siento a escuchar las apasionadas historias del señor Darwin. Me relaja tanto este lugar que acabo durmiéndome oyéndole de fondo.
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Al despertarme creo que ... ¡Oh cielos! ¡He tenido una pesadilla brutal! Soñé que trabajaba todos los días entre cuatro paredes casi todas las horas del día teniendo no más visión que la pantalla de un ordenador bajo la radiación anémica de un tubo fluorescente. Sin ver el sol, sin sentir el aire fresco, sin ver montañas en el horizonte...

-¡Señor Darwin! ¡Señor Darwin! ¿Dónde está?
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