lunes, 25 de octubre de 2010

Túnez. El desierto


Aunque en el norte del país podamos disfrutar de montañas verdes y tierras cultivables, según se avanza hacia el sur, Túnez se convierte en desierto. Ocupa un 40% del país. No todo es propiamente el desierto del Sáhara, pero tiene muchas tierras desérticas que conducen hacia él y a sus famosas dunas de arena.

El desierto es lo que más me ha impresionado de Túnez, quizá porque es un paisaje que no había visto antes. Eso de mirar hacia el horizonte y no ver nada más que tierra que se pierde en el infinito impone pero gusta. Es una mezcla de sensaciones, tal cual la que sientes cuando hundes tus pies en la finísima arena, tan fina que parece agua en su superficie cuando la empujas al desplazarte sobre ella - gotas de arena, qué contradicción - a la vez que te invade el temor de toparte con algún escorpión o víbora. Los mismos que acaban disecados en deprimentes acristalados cuadritos a la espera de ser comprados por algún turista.


Parece increíble que la vida, ya sea humana o no, pueda establecerse en un lugar así, tan poco acogedor, tan árido, tan inhóspito, tan amenazante para la misma. Pero sí, existe.


Camelleros descansando al anochecer.


El camello es uno de los animales por excelencia del desierto ya que puede aguantar casi dos semanas sin beber y soportar durísimas condiciones. Te puedes encontrar grupos de camellos solos, perdidos, formando ganado, tal cual aquí las vacas o los caballos por ejemplo, de los cuales será aprovechada su carne y su piel, o grupos cuidados por sus pastores que se usan para el transporte. Estos pastores hacen noche en cabañas que se construyen ellos mismos y se dedican por el día a la "caza" de algún turista que pasear.
 



Los niños (aparte de jugar, como se puede ver) se encargan de cuidar
a las crias de camello,  mientras que sus padres cuidan a los adultos.




La puesta de sol en el desierto es ESPECTACULAR, desconozco si se debe a las partículas de arena que flotan en el ambiente y reflejan la luz, pero el cielo se torna de un rojizo como pocas veces he visto. Y el sol se convierte en una bola de fuego bien definida. Tengo duda en otorgar a estos atardeceres mi preferencia en detrimento de los que vi en Estambul en el Cuerno de Oro. Aún estoy por decidir en qué lugar me han gustado más.



 Cargamento de dátiles en Sabria.


De todos los pueblos que visité, Sabria fue el que más me sorprendió. Perdido en medio de la nada con  sus calles de arena, como las de muchos otros pueblos de Túnez a las puertas del desierto. Metido entre las dunas, que parece que vayan a engullirlo de un momento a otro.


Niño sentado sobre las dunas, al fondo a la derecha las casas del pueblo.


Si se levanta viento en un lugar así, como suele ser habitual, imaginaros el panorama. No me libré de que la cámara me dejase de funcionar - la arena se mete por todas partes - el objetivo no cerraba, los botones dejaban de cumplir su función de vez en cuando. Por supuesto los que apreciaban en algo su cámara ni la sacaban de su bolsa, y aún así volvían con arena a "casa". Se pegaba a la piel en una fina capa, no hablemos si llevabas protector solar. La palabra "croqueta" es la mejor que podría definirme en aquel momento.






Los niños están acostumbrados a salir a recibir a los turistas que se acercan a este "fin del mundo". Llevan tierra hasta en pestañas y oídos, pero les da igual, se revuelcan en ella. Es su hogar y su forma de vida es ésta. Me pregunto qué futuro les espera aquí tan apartados de todo.







Túnez cuenta también con oasis, inmensos palmerales, jamás habría pensado que tendrían tanta extensión si recuerdo escenas de películas en las que salen cuatro palmeritas y poco más. No en vano es uno de los principales productores y exportadores de dátiles del mundo. "Dedos de luz" como los llaman ellos. Grandes, dulces, naturales y riquísimos.






Cualquier hilo de agua en medio del desierto es VIDA. En estas tierras no tiene precio y es altamente valorado.





Si alguien se anima a identificar a este pajarillo...



Oasis de Chebika. 
Niños zambulléndose en una poza.



Quiero poner énfasis en la palabra "niños". Volviendo a la discriminación del género femenino, parecía que para niñas y mujeres no estaba bien visto el disfrute del placer de refrescarse del intensísimo calor que hace en esta zona del planeta (más de 50ºC) . En la foto siguiente sólo hombres disfrutaban bajo un salto de agua de unos metros y niños más allá chapoteaban como se ve. La única mujer que había estaba completamente cubierta de ropa- hiyab incluido - sentada en una sombra observando.


 Baños en el Oasis de Nefta
  

Volviendo a los animales, no me quiero dejar en el tintero a otro animal del desierto, ¿cómo no? El Fénec. Sólamente vi dos, y domesticados. En realidad ésto es ilegal, pero dudo que esta gente del desierto lo sepa.

Os presento a Katrina, que encontré en una tienda de regalos en otro pueblo  del que ya os hablaré. Katrina era como un huracán, como bien indica su nombre. Por allá por donde pasaba se oía un estruendo de cacharrillos. Mira que es nervioso este animal. No me dejó que la grabase mucho y acabó oculta en su "guarida".

El Fénec ha sido escogido en Túnez como modelo de limpieza en una campaña de marketing del gobierno, ya que "limpia" el desierto de serpientes y escorpiones. En lugares más civilizados puedes encontrar en algún rincón de la ciudad muñecos dedicados a él plantados en alguna glorieta, similares a los Ronald Mc.Donald que todos conocemos. Ojalá se logre concienciar a la población, porque desde luego se necesita limpieza en el país, pero primero hay que educar.





No es por nada, pero a mí "Katrina" me gusta mucho más que Ronald Mc.Donald.


Continuará...


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jueves, 7 de octubre de 2010

Un sábado mágico

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Como he comentado en el enlace anterior, este sábado pasado me pareció de lo más mágico. Estuvimos en una zona con una gran riqueza faunística. Vimos corzos, ciervos y jabalíes. Lamentablemente no hay foto de ninguno.


La familia de jabalíes nos la encontramos de sopetón después de ver numerosos indicios de su presencia, sobre todo sus característicos revolcaderos de barro, donde hasta habían dejado la impronta de la huella de su pelaje. Se veía perfectamente el sentido del crecimiento del pelo e incluso algunos pelillos perdidos incrustados en el lodo. Lo que no entiendo es cómo no descubrieron nuestra llegada antes, con lo esquivos que son, pues prácticamente estaban tumbados en el suelo metros más allá, y al toparnos -con susto mutuo- salieron como una bala en todas direcciones. Es cierto que había mucha vegetación, de ahí que ni nos vieran ni les viéramos hasta estar encima pero ¿y su prodigioso olfato? Yo prácticamente no les vi al ir en tercera posición de los cuatro que íbamos en fila india para ir sorteando la vegetación, pero escucharlos lo hice bien, y no me pareció que se alejasen mucho tras el encuentro. Se les oía gruñir y pisotear el suelo. El gruñido supongo que sería la voz de alarma, aviso de huída. Miento si digo que no me invadió ningún temor al tenerlos tan cerca, aunque no he oído a nadie que haya sido atacado por un jabalí.

Quedamos quietos unos instantes sin saber qué hacer, pues no sabíamos si tenían salida más adelante o no, y por eso se habían quedado cerca. Al poco ni un ruido más. Decidimos avanzar y ni rastro.




Llegamos a una peña con unas vistas espectaculares, que por más que intente describir me va a ser imposible, ni siquiera la fotografía le hace justicia. Los buitres volando en la lejanía con el sol reflejando en su plumaje, el rio encañonándose entre paredes calizas, los álamos ya cuasi amarillentos delatando su presencia antes de reparar en el brillo del agua, y los aviones roqueros haciendo acrobacias a toda velocidad sobre nuestras cabezas, a tanta que se les oía cortar el viento. El mismo que nos despeinaba y junto con el sol nos curtía la piel. 

De esos sitios donde te das cuenta de lo bella que es la tierra y de que sólo por ver estas imágenes, hinchar los pulmones de aire fresco y disfrutar de este momento merece la pena vivir.


Y aquí llegó el momento más mágico, sobre todo porque lo disfruté en soledad, y eso parece multiplicar su belleza. Sentada en el mirador natural aún observando la bella estampa que describo, apareció de repente un ciervo en la ladera de en frente, a escasos metros, enorme a juzgar por dónde le llegaba la vegetación al lomo, que a mí me llegaba casi por el hombro, precioso, de un color pardo rojizo, con unos cuernos impresionantes. Inmóvil con la esperanza de que no me descubriera disfruté de él unos momentos hasta que se perdió entre la espesura. Nunca he visto un ciervo tan cercano y tan bien visto, y sobre todo tan bonito. Qué ejemplar tan bello. Fue un momento muy mágico,  no dispongo de foto al estar sola, lo siento. Mis compañeros que estaban alejados de mí, a los que yo había perdido la pista, también lo vieron, pero les duró menos su visión y no les dió tiempo a obtener documento gráfico. Así son estas cosas, tan breves pero tan maravillosas, para quedar en la retina y en el recuerdo por siempre.



Según fue avanzando la tarde visiones fugaces de corzos que se nos cruzaban en el camino, los astutos duendes del bosque que apenas se dejan ver. Un "plumerillo" blanco por aquí, un salto por allá, pero nada que la cámara tuviera tiempo de captar.


Para terminar el día mágico y nuestra suerte, nos encontramos esta cornamenta de ciervo de 7 puntas que pesa lo suyo. No sé si el propietario la perdería este pasado mes de Targelión como decía Aristóteles (mes de mayo) en su Historia Animalium, que es cuando se produce el desmogue aproximadamente o quizá en alguna primavera años atrás, pues sólo conservaba intactas 5 puntas, las otras 2 a mi parecer estaban mordisqueadas, se notaba marca de dientes.  ¿Algún zorro la habría aprovechado como fuente de calcio? ¿Puede ser? Explicadme los entendidos. Se la notaba bastante desgastada, como envejecida.




Pero la magia no había acabado aún, en cuanto oscureció comenzó la berrea. Es la primera vez que la oigo, me encantó, como si estuviera asistiendo a un espectáculo más que la naturaleza nos tenía reservado y sobre lo que versan los vídeos de la entrada anterior.

¡El día tan satisfactorio nos hacía su último regalo!
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lunes, 4 de octubre de 2010

Sonidos en la noche

¡Qué sábado más mágico viví este fin de semana! Y eso sin buscarlo siquiera. Es lo que tiene el monte, que cada día es distinto y siempre te ofrece algún regalo inesperado. Traigo sonidos, una maravilla de sonidos. Lo malo es que se oyen muy en la lejanía y habrá que subir los altavoces a tope. Si en los vídeos originales ya se oyen bajo, subirlos al blog ha producido una pérdida de intensidad, pero algo se distingue. Para dar pistas he señalado más o menos el segundo en el que se oye más nítidamente, dejad de lado el sonido de los insectos cercanos que saturan el altavoz.

Seguro que muchos sabéis de qué hablo y más en la época en la que estamos. Los que no lo sepáis quizá os suene muy tétrico, sobre todo en el último vídeo al que acompañan de fondo las campanas de la iglesia del pueblo. Como siempre, la imaginación puede volar hacia donde quieras, como ha ocurrido muchas veces en nuestra historia dando lugar a leyendas, pero todo tiene su explicación racional.

¡No esperéis ver nada! ¡Estábamos en completa oscuridad!


 Se aprecia mejor en el segundo 20 aprox.


Se aprecia mejor en el segundo 17 aprox.


Principio del vídeo y segundo 48 aprox.
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