Siguendo con los apuntes sobre el país, quería resaltar la situación que vive la mujer. Increíblemente Túnez es un país muy adelantado en leyes de protección hacia ésta, cosa que no se podría pensar de otro país musulmán.
Ya en 1956, por orden de Habib Bourguiba, un mandatario muy venerado en el país, se abolió la poligamia. La mujer podía solicitar divorcio, hasta entonces derecho exclusivo del marido. Incluso se legalizó el aborto para mujeres que tuvieran más de cuatro hijos. Fijaos que ésto en España era impensable y menos en el año citado.
Hoy no tienen restricciones para incorporarse al mercado laboral, algunas ocupan altos cargos y en la vida diaria las puedes encontrar como recepcionistas de hotel en las grandes ciudades o como dependientas de tienda en las zonas más rurales.
Hace unos años el gobierno emprendió una encrucijada contra el hiyab, el pañuelo que cubre la cabeza de la mujer, queriendo así dejar de lado el islamismo más radical e intentando convencer de que la pureza de espíritu se lleva por dentro y de que no hacen falta símbolos externos para mostrarla.
Parece ser que no tuvo mucho éxito pues la mayoría de las mujeres siguen llevando su hiyab, no sé si por el qué dirán, por orden del marido, o porque es una costumbre demasiado arraigada en el mundo musulmán.
Así que todos estos intentos políticos destinados a conseguir que la mujer tenga una posición menos desfavorecida con respecto al hombre, contrasta en parte con lo que se ve por las calles. Se nota en mayor medida en zonas rurales que en la ciudades, pero en estas últimas también se nota. Dos tercios de la población que te encuentras por la calle son hombres, apenas se ven mujeres sentadas en la terrazas o descansando y charlando con amigas en cualquier esquina. Cuanto menos en los pueblos.
Está mal visto que una mujer se siente en una terraza a beber té o a fumar como hacen los hombres. En zonas rurales como mucho las ves haciendo alguna compra en los mercados, pero la mayoría son hombres también. Ellas se suelen dedicar a la casa y a las tareas del campo, trabajando arduamente y llevando la mayor parte del peso del hogar. Preparan a sus maridos la shisha, esa pipa tan popular en los países musulmanes; e incluso les abanican. Es un honor para la mujer que su marido se sienta a gusto en casa.
Una mujer se puede considerar "decente" si va cubierta totalmente de negro o totalmente de blanco, dependiendo de la zona del país.
El Corán expresa que debe dedicarse al hogar y a los hijos. Vuelvo a señalar que hasta hace muy pocos años, la mujer cristiana "decente" tenía la misma labor en España, así que no hay de qué asustarse. La mujer siempre ha sido maltratada y discriminada por las religiones, sin duda invento de los hombres, aunque esto es una opinión mia muy personal.
Las playas están en su mayoría dominadas por los hombres, las pocas mujeres tunecinas que hay, que van a pasar el día con el marido y los niños, se bañan vestidas, incluso algunas con el velo o hiyab. Si ampliáis la foto podréis comprobarlo.
Quiero contar una anécdota curiosa que me pasó en apenas una hora que pisé la playa en todo el viaje. Lo primero contar el apuro que supone bañarte en bikini en una playa del mundo musulmán, al menos para mí, debido a las costumbres que cito. Después si bajas sin amigo, marido o hermano, lo siguiente es quitarte de encima a los "tunecinos plomazo", que no es que yo los denomine así, es que hasta en mi guía los califican con ese apelativo. Mujer, extranjera, sola y medio desnuda son demasiadas circunstancias juntas como para resistirse.
La anécdota siguiente me sugirió muchas cosas que pensar sobre la presión que soporta la mujer en Túnez. Estando con otra compañera de viaje sentadas en la playa (la unión hace la fuerza), llegó una mujer completamente tapada y nos pidió que le cuidáramos una pinza del pelo mientras se bañaba. Fue la excusa perfecta para quedarse pegada a nosotras, que estábamos en bikini, e intentar emular la forma de vida de las extranjeras. Creo que con la esperanza de que la confundieran con una de nosotras, se comenzó a bañar, enteramente vestida, después se quitó el pañuelo, y poco a poco, se fue quitando ropa, hasta quedarse con una especie de camisón, y justo en la orilla, haciendo fuerza con nuestra presencia se fue subiendo el vestido hasta el pecho, enseñando toda la ropa interior, con lo cual es como si también se estuviera bañando en bikini. Todo esto sin salir del agua, en la orilla tumbada, pegada a nosotras, pero se la veía perfectamente.
Al tiempo que la observaba perpleja y disfrutaba viéndola disfrutar a ella, sentí pena. Se notaba que ella quería deshacerse de todos esos yugos que llevan encima, pero la presión social no se lo permite.
Al cabo de un buen rato, salió del agua con el vestido bien colocado, completamente tapada de nuevo. Recogió su pinza y nos dió las gracias.
Esta experiencia me lleva a expresar el deseo de que ojalá algún día la mujer, entre las que me incluyo, deje de estar discriminada en este mundo por causas sociales, laborales, sexuales, políticas o religiosas. Y seguro que me dejo alguna.
Siento haberme extendido tanto con este tema, pero la ocasión lo merecía.
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