El otro día recibí la llamada de una amiga que me invitaba a cenar para enseñarme fotos de su viaje a Nicaragua. Como a mí lo de que me cuenten historias de sitios lejanos no me gusta nada -nótese la ironía- y soy de esos raros especímenes a los que les gustan las veladas fotográficas, me presenté allí para que me comentase sus anécdotas, me ilustrase y me colmase de nuevos conocimientos. Bien, aparte sumó puntos el hecho de que es buena cocinera, lo reconozco.
No ha sido el suyo un viaje vacacional, se fue allí un mes entero como enfermera voluntaria de una Fundación, con lo cual las anécdotas que me podía contar distaban mucho de las de una persona que va meramente a hacer turismo.
En sus fotos vi clínicas y aparejos de medicina poco higiénicos, vi pobreza, vi caras de niños y hombres asustados ante un pinchazo, vi pueblos embarrados dejados de la mano de Dios, si es que el tal Dios existe. Vi también a mi amiga sonreir, bañarse bajo una cascada de altura inmensa, la vi en la cima de un volcán aún activo en la oscuridad de la noche observando un pozo anaranjado sin fondo -qué privilegio-. Y también la ví ya en su casa de Madrid algo nostálgica, desconcertada por la vuelta a su rutina diaria hace pocos días. Supongo que después de un mes fuera viviendo una experiencia totalmente distinta e innovadora la incorporación a la vida normal es dura.
De todo lo que me mostró me llamó la atención esta fotografía entre otras muchas que ahora me arrepiento de no haberle pedido.
No ha sido el suyo un viaje vacacional, se fue allí un mes entero como enfermera voluntaria de una Fundación, con lo cual las anécdotas que me podía contar distaban mucho de las de una persona que va meramente a hacer turismo.
En sus fotos vi clínicas y aparejos de medicina poco higiénicos, vi pobreza, vi caras de niños y hombres asustados ante un pinchazo, vi pueblos embarrados dejados de la mano de Dios, si es que el tal Dios existe. Vi también a mi amiga sonreir, bañarse bajo una cascada de altura inmensa, la vi en la cima de un volcán aún activo en la oscuridad de la noche observando un pozo anaranjado sin fondo -qué privilegio-. Y también la ví ya en su casa de Madrid algo nostálgica, desconcertada por la vuelta a su rutina diaria hace pocos días. Supongo que después de un mes fuera viviendo una experiencia totalmente distinta e innovadora la incorporación a la vida normal es dura.
De todo lo que me mostró me llamó la atención esta fotografía entre otras muchas que ahora me arrepiento de no haberle pedido.
No es ella muy dada a fotografiar la naturaleza, pero creo que es imposible viajar a un país tropical sin toparte con una fauna interesante. La vistosidad de este gusano le impulsó a retratarlo. A mí me parece precioso, tan bonito que he querido colocarlo en el blog. No he encontrado información sobre él, quizá sea una oruga de la que salga una bella mariposa. Quizá sea un gusano navideño, que nos indica la proximidad de las Fiestas acarreando "abetos". ¿Quién sabe?
Si alguien puede aportar datos sobre nuestro misterioso amigo que lo haga. Estaría muy agradecida.
Si alguien puede aportar datos sobre nuestro misterioso amigo que lo haga. Estaría muy agradecida.